«La mujer no sólo es considerada avara por naturaleza, sino también envidiosa, maldiciente, ladrona, esclava de su vientre, inconstante, inconsecuente con sus palabras, desobediente, rebelde a lo prohibido, manchada con el vicio de la soberbia, ávida de vanagloria, mentirosa, borrachina, charlatana, incapaz de guardar un secreto, lujuriosa en exceso, dispuesta a todos los vicios e incapaz de sentir amor por un hombre.»

(Andreas Capellanus, Sobre el amor)

Nada como empezar la crítica a un tebeo feminista con una cita de un tratado medieval sobre el amor, aunque tal vez convendría proporcionar algo de contexto: el útero es un ser vivo, un animal caprichoso y enrabietado que habita en el interior de las mujeres, y cuando decide asentarse en el pecho, esto provoca sofocos, ahogos, palpitaciones y las vuelve seres intratables. A esta enfermedad se la denomina histeria, cuya etimología radica precisamente en la palabra griega para útero, hystera. Sin embargo, estudios posteriores indican que el útero no posee libre albedrío dentro del cuerpo femenino, no puede aparecer en un codo, o en la frente, sino que su movimiento se reduce al área abdominal. Así pues, la presión que provoca los ataques de histeria se produce cuando éste asciende, presionando el diafragma e impidiendo que los pulmones suministren oxígeno suficiente a la doliente. El motivo de esta ascensión no es otro que la corrupción del semen femenino, que libera unos vapores desagradables y el útero, como ser viviente que es, trata de alejarse de ellos. A este tipo de dolencia histérica se la emparenta, pues, con la enfermedad de amor, cuyo tratamiento recomendado en mujeres es el matrimonio, el coito o, en su defecto, la manipulación de su genitalia por parte de una comadrona para liberar el semen corrompido.

Los más recientes estudios, elucubraciones de autodenominados estudiosos de la mente, descartan toda razón fisiológica en lo que al útero se refiere, aunque es evidente que su presencia en el cuerpo de las mujeres es causa de los síntomas ya mencionados, además de los tan femeninos desfallecimientos, el insomnio, la retención de fluidos o cierta tendencia a resultar problemáticas para el canon de decoro de nuestra sociedad. Esta neurosis, con la que recuperamos el término histeria, no es más que otra muestra de la fragilidad de las mujeres y su clara inferioridad física y mental respecto al varón.

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Contextualización aparte, regresemos a la actualidad (banda sonora incluida) desde la que, por desgracia, debo confirmaros que nada de lo que he escrito más arriba es inventado: el mito del útero viviente ya coleaba en la medicina de la Antigua Grecia desde Platón; más adelante, en el siglo II d.C., Galeno escribiría un tratado de medicina donde ligaba el mal uterino a la privación sexual, y Sorano añadiría otros motivos femeninos; la cita de Capellanus es de su tratado científico-médico, de influencia potentemente religiosa (Edad Media, siglo XII…) para prevenir a los cortesanos sobre los males que provienen del amor; y la histeria como neurosis femenina coleó hasta el siglo XX, con tratamientos para mujeres mentalmente inestables (o simplemente rebeldes) que acababan provocando una enfermedad. Esto último podéis encontrarlo de forma hermosamente terrible en The Yellow Wallpaper, el relato de Charlotte Perkins Gilman sobre una mujer «encarcelada» en su propia habitación, diagnosticada de tendencias histéricas, que acaba desarrollando una psicosis, obsesionada con el papel amarillo de la estancia.

Y en este punto, después de tres párrafos que nada tienen que ver con Bobbi Morse, los superhéroes o los cómics en general, os preguntaréis a dónde voy con todo esto. La respuesta es complicada, pero creo que tiene sentido: el Pájaro Burlón de Chelsea Cain y Kate Niemczyk trata, desde una perspectiva femenina y feminista, la estabilidad mental de una mujer con un pasado complicado y un presente caótico, habitando en un mundo dominado, dentro y fuera de la ficción, por los hombres. El señor Capellanus de la cita inicial bien podría estar describiendo a esta Bobbi Morse, pero autoras y personaje abrazan esa «imperfección», esos defectos «femeninos», y plantan una bandera que los engloba a todos en forma de 8 números de noveno arte. ¡Histéricas y orgullosas!

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Pero nadie puede culpar a nuestra protagonista de no estar mentalmente sana del todo. Al fin y al cabo, es complicado estarlo después de ser disparada en el estómago, morir, y ser resucitada usando una mezcla del Suero del Supersoldado (que dio la forma física al Capitán América) y la Fórmula Infinito (que retrasa el envejecimiento de Nick Furia) cultivada en un laboratorio nazi de mediados del siglo XX. Regresar de la muerte en un estado de forma física óptimo y con nuevos poderes puede ser complicado de asumir, aunque divertido también.

El personaje fue recuperado por Cain en un número unitario por el 50º aniversario de S.H.I.E.L.D., con lápices a cargo de la portadista oficial de la presente cabecera, la estupenda Joëlle Jones (Lady Killer), y la acogida de Pájaro Burlón fue tan entusiasta que se ganó una serie regular propia, dibujada ya por la algo estática, pero muy expresiva e imaginativa, Kate Niemczyk (con la colaboración de Ibrahim Moustafa en el número #5). Y la cuestión de su salud mental ya estaba presente en ese one-shot inicial, donde se nos ponía al día sobre la biografía de Bobbi Morse (bioquímica, espía, superheroína) haciendo hincapié en los obligados chequeos semanales en la organización S.H.I.E.L.D. para comprobar su evolución post-resurrección (una verdad a medias, como descubriremos en la lectura).

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Otra razón para hacer hincapié en el estado mental de la Agente 19 es uno de los mayores aciertos de esta etapa: está narrada desde el punto de vista de Bobbi, incluso en el aspecto gráfico, llevando su inestabilidad psicológica hasta niveles lisérgicos (sobre todo en el maravilloso apartado del color a cargo de Rachelle Rosenberg) al canalizarla mediante la técnica del narrador no fiable (unreliable narrator) de Wayne C. Booth. Según este procedimiento, especialmente en un caso de narrador protagonista, lo que se cuenta es una máscara para lo que está ocurriendo en realidad. Nada es necesariamente lo que parece, y la visión del mundo que se nos muestra en este cómic (ácida, sarcástica, absurda, cuqui, sexy…) no es otra que la versión de la historia según Pájaro Burlón. Así, Niemczyk y Rosenberg pueden permitirse jugar con los ambientes, con los muchos elementos que aparecen de fondo en las viñetas, o con ciertas rupturas de la cuarta pared que en realidad se transforman inmediatamente en recuerdos alternativos de Bobbi.

Y a pesar de tanta genialidad, si hay algo que no me gusta de la polémica (maldito palabro) y ya icónica portada del número #8 de la serie, con Bobbi y su camiseta de «Pregúntame por mi agenda feminista», es que se ha convertido en un foco polarizador de opiniones, un generador de prejuicios, a favor y en contra, de un tebeo que es observado ya como un panfleto en lugar de como uno de los mejores tebeos Marvel de los últimos tiempos. Y es que quienes no entendieron la ironía de la camiseta (una respuesta sarcástica de las autoras a las constantes «acusaciones» de feminismo combativo), bien por adorar con fe ciega y acrítica la serie, bien por denostarla y condenarla por «feminazi», se están perdiendo una muestra de cómo es posible debutar con un cómic de calidad indiscutible proviniendo de un medio ajeno a las viñetas.

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El trabajo de Cain es fresco, actual, relevante, provocador y, ante todo, diferente a lo que se está haciendo actualmente en el género superheroico. Se ha valorado positivamente a tebeos como La Visión de Tom King y Gabriel Hernández Walta, o el Deathstroke de Christopher Priest, por presentar productos atrevidos, bien en el contenido (en el caso de King y Walta), bien en la forma (la poética de King; la narración desestructurada de Priest), al tiempo que cuentan una historia cerrada y coherente. Sin embargo, Pájaro Burlón no ha recibido semejantes atenciones cuando su primer arco es, precisamente, un juego, un experimento, un rompecabezas delicioso.

El primer número de la serie es prácticamente un índice de los tres siguientes, un comienzo in medias res del segundo, tercero y cuarto, narrados en desorden, y unificados todos para llegar al quinto que cierra el arco del tratamiento psiquiátrico de Bobbi. Sin embargo, cada número es, a su vez, autoconclusivo, de manera que cualquiera puede hacerse con una grapa y descubrir una historia completa; algo que, por desgracia, no es tan frecuente, y añade otro acierto a los guiones de Cain. Todo encaja, hay temas recurrentes, detalles entrelazados, guiños a los lectores de todas las épocas, y un hilo conductor guiado por la arrolladora personalidad de Bobbi Morse que invita a la relectura inmediata. La única pega que se le puede sacar es que esa conclusión no esté dibujada por Niemczyk por falta de tiempo, ya que Moustafa, aun siendo correcto, tiene un trazo muy diferente al estilo de la dibujante principal.

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Todos los detalles de la serie, incluso a nivel técnico, están cuidados y organizados para adaptarse al tono y temas de la serie, desde la página de recapitulación (notificaciones sobre los chequeos de Bobbi, un plan de viaje, etc.) hasta extras como recortables de elementos del capítulo al final de cada uno de los primeros números. Y en el segundo arco encontramos incluso cierta orden de alejamiento, un arco presentado como un murder mystery sólo relacionado tangencialmente con los hechos de Civil War II y más centrado en un episodio del pasado de la protagonista (sí, hasta los obligados tie-in pasan del evento para culminar su propia historia).

En resumen, por si aún no había quedado claro, si esta reseña ha pasado de puntillas (no se puede ignorar, pero tampoco hay motivos para ahondar) por la cuestión de la famosa portada, es porque el feminismo de este Pájaro Burlón no es de camisetas, pegatinas o propaganda, sino de méritos propios: una serie escrita, dibujada y coloreada por mujeres, protagonizada por un personaje femenino potente, consciente de sus defectos, asumiendo su femineidad en todas sus facetas, y reivindicándose en su independencia y sus contradicciones, y que es además uno de los mejores tebeos superheroicos que encontraréis este mes (y este año) en las librerías.

¡Que cunda la histeria!


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Pájaro Burlón: Integral,
de Chelsea Cain, Kate Niemczyk y Rachelle Rosenberg
Marvel Comics / Panini Comics

Contenido:
Mockingbird: S.H.I.E.L.D. 50th Anniversary #1 (2015) y Mockingbird #1-8 (2016)

Rústica. 216 páginas. 19.95€. Desde el 02/08/2017.


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