—¿Qué es la existencia, Mina?
—La existencia es un perpetuo estado de guerra.
—¿Y qué es la guerra, Robert?
—La guerra está en nuestra sangre. La guerra nos mantiene con vida.
Ales Kot, Zero (Image Comics, 2014)
De acuerdo con un estudio del Departamento de Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos, tras revisar los perfiles de más de 55 millones de veteranos de guerra americanos desde 1979 a 2014, se revelaba un dato escalofriante: veinte retornados de diversas guerras llevadas a cabo por el país se suicidan cada día. No entraremos aquí en el debate sobre el intervencionismo yanqui y su necesidad de estar constantemente en guerra para alimentar a los gigantes armamentísticos que financian carreras políticas, porque la serie de la que hablamos no se centra en ello. Tampoco hablaremos de los condicionantes que llevan a una persona a querer llevar un arma e infiltrarse en territorio extranjero para acabar con los «enemigos de la patria», o a considerar que esto es «su deber» o «lo correcto». El punto de interés, como en el caso de The Punisher de Netflix, está en el después, en el regreso de los juguetes rotos cuyas virtudes para la guerra no se adaptan a un modo de vida normal al retornar a un hogar que ya no se reconoce como propio.

Apenas hace un siglo de la Gran Guerra, la Guerra que acabaría con todas las guerras… finalmente denominada la Primera Guerra Mundial porque, a consecuencia de una mala gestión de sus consecuencias, el mundo presenció una guerra mayor. En ambos casos, los Estados Unidos de América se erigieron (y autodenominaron) salvadores del mundo en dos conflictos bélicos en los que, desde un punto de vista reduccionista, aún veían una dicotomía clara y simple de «buenos» y «malos»; la evolución de los nazis de la Segunda Guerra Mundial dentro de la cultura pop como los malos malísimos lo atestigua. Pero entonces llegó Vietnam.
En la guerra de Vietnam no hubo ganadores ni perdedores; sólo muertos, muchos muertos. Y más muertos de los que se esperaban del lado americano. Aquella guerra fue un error, no había patriotismo exacerbado que la sostuviese, se alargó absurdamente en el tiempo en busca de un atisbo de «victoria» y la imagen de los salvapatrias quedó manchada para siempre. Más adelante llegarían las incursiones en Oriente Medio, con la Guerra del Golfo o más recientemente las de Afganistán e Iraq, con un potente intervencionismo que se reducía a petróleo y venganza por los atentados del 11-S.

Cuando se estableció originalmente el origen de Frank Castle, alias Punisher (o El Castigador, en España), Vietnam era el pasado bélico al que estaba ligado, esa guerra injusta de la que, entre quienes regresaron, nadie quedó sin secuelas. Posteriormente, por aquello de la plasticidad del «tiempo Marvel» para adaptar a sus personajes al presente, Vietnam fue sustituida por el Golfo o, como en el caso de la serie de Netflix, por las citadas Afganistán e Iraq. La cuestión que siempre ha subyacido y que ha sido desarrollada en distintas direcciones por autores varios es si la guerra es el motivo por el que Frank Castle es como es… o sólo la excusa para ser como es.
¿Víctima o psicópata? La respuesta que nos da la serie desarrollada por Steve Lightfoot para Netflix nos dice que la respuesta es ambas y ninguna, proporcionando no sólo un relato tridimensional de Frank Castle (Jon Bernthal), sino una interesante galería de secundarios que son, con muy diferentes resultados, retornados en sí mismos: Curtis Hoyle (Jason R. Moore), el marine paramédico reconvertido en terapeuta para veteranos; Billy Russo (Ben Barnes), el hombre hecho a sí mismo que ha levantado una empresa de seguridad privada militarizada; Dinah Madani (Amber Rose Revah), la agente de Seguridad Nacional que no temió bajar al barro de Oriente Medio para perseguir sus aspiraciones y convicciones; o Lewis Wilson (Daniel Webber), el jovencísimo veterano trastornado que necesita contruirse una trinchera en su jardín para poder dormir por las noches.

El trastorno de estrés postraumático afecta de diferentes formas a cada persona, y las consecuencias son distintas, como decimos, para cada personaje. Hoyle asume la misión de salvar a los veteranos de caer en los infiernos que pueden pasar por su mente, del mismo modo que le ocurrió a él cuando perdió su pierna; Russo ofrece a veteranos que no encuentran su lugar en el mundo un modo de reintegrarse en la sociedad; Madani busca de forma obsesiva justicia para un caso ciertamente oscuro que llega muy arriba en el escalafón político; y Wilson es, claramente, una víctima en su más alto exponente.
El caso de Frank es distinto, porque su problema no fue reincorporarse a la sociedad, sino que su vida fuera arrebatada, arrancada de sus manos con el asesinato de su familia. Si la guerra dejó secuelas en él, la tragedia terminó de romperlo, de transformarlo en un psicópata obsesionado con la venganza y un modo de justicia proactiva que sólo contempla como condena justa la sangre derramada. No es casual, pues, que el trastornado Lewis vea en él un modelo a seguir, alguien que se toma la justicia por su mano porque el mundo ha dejado a un lado la justicia, ha dejado de perseguir a «los malos» y ha empezado a castigar a «los buenos». El problema es que Frank aún tiene anclas con la realidad, mientras que Lewis ya está demasiado lejos.

Lo único que hizo que el Castigador volviera momentáneamente a entrar en (una cierta) razón en la segunda temporada de Daredevil fue el personaje de Karen Page (Deborah Ann Woll), ciertamente su único nexo con su humanidad una vez perdida toda su familia, la única persona que parecía creer que debajo de la calavera había un corazón latiendo. Es por esto que resultaba evidente traer a su personaje de vuelta, además de añadir una cierta tensión amorosa unidireccional, dado que Frank no ha superado la muerte de su esposa y sigue de estricto luto en el campo de las pasiones.
La redención de Castle puede alcanzarse únicamente por dos vías: la confianza de Karen, y la reconexión con algo parecido a una vida a través de la familia de su aliado a la fuerza Micro (Ebon Moss-Bachrach). Compartir involuntariamente momentos vitales con la mujer de éste y sus dos hijos, claramente reminiscentes de la prole de Frank, deviene en terapia definitiva para, una vez alcanzada la catarsis sangrienta del final de la temporada, aún haya esperanza para Frank Castle más allá del Castigador, más allá del soldado con esqueletos en el armario, más allá del veterano retornado al que negaron su futuro.

Muchas son las historias, sobre todo en los últimos años, de las atrocidades cometidas por soldados norteamericanos en Oriente Medio, siguiendo órdenes o simplemente entregados al infierno de su día a día dejando a un lado la ética y la moral. Violaciones y asesinatos en la Redacted (2007) de Brian de Palma, o precisamente la gestión de las emociones de los retornados y su aparentemente inevitable decadencia en En el valle de Elah (2007) de Paul Haggis. Como éstas, hay decenas de películas y obras de otras artes que reflejan un antibelicismo consciente, crítico, sustentado en crudas realidades de las que pocos hablan, como ya hiciera la surreal Johnny cogió su fusil (1971) de Dalton Trumbo en plena decadencia de Vietnam.
La serie de Steve Lightfoot para Netflix no se ha dormido en los laureles del sello Marvel que garantiza atención y ha querido adscribirse a esta tradición, al margen de contarnos la historia de un vigilante que toma la justicia por su mano de forma abiertamente violenta. Es una serie de televisión antes que una serie de Marvel, sustentando su narración en pies más sólidos que un mero personaje, dejando que sean la intriga y, sobre todo, el drama humano los que saquen adelante un producto audiovisual encomiablemente arriesgado. Un paso en la dirección correcta para la franquicia de Marvel/Netflix.
Marvel’s The Punisher,
de Steve Lightfoot
Netflix / Marvel Television
Contenido:
Marvel’s The Punisher #1-13 (2017)
13 episodios de 49-57 minutos. Desde el 17/11/2017.
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21/11/2017 at 07:59
Excelente artículo. Dudaba de leerlo por el tema spoilers, pero veo que realizas una buena presentacion sin reventar la trama. Perfecta para llamar la atención sobre la serie y, al menos por mi parte, lanzarme a por ella en cuanto pueda.
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21/11/2017 at 08:15
Muchísimas gracias por comentar, Dynamo, esta vez más que nunca, porque temía haberme pasado con las revelaciones. Y es que la idea no era tanto reseñar la obra (ya habrá catorcecientas reseñas, mejores que la que pueda hacer yo) como plantear una reflexión sobre uno de los temas centrales de la serie. De hecho, he roto en cierto modo mi regla de oro de no reseñar obras que no sean cómics, no sólo por estar basada la serie en un tebeo, sino porque era algo sobre lo que quería ordenar mis ideas y, de paso, fomentar un debate o creer que tenía algo que decir.
Me alegro de que, al menos por tu parte, el objetivo se haya cumplido. Reitero el agradecimiento.
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28/11/2017 at 15:31
Escribes demasiado bien.
Aún no he podido ver la serie, ni siquiera he leído demasiado sobre The Punisher, pero, como siempre, me ha encantado cómo has explicado el contexto.
Además has citado lo de la mala gestión que llevó a la IIGM, que la gente tiende a olvidar y parece que Hitler apareciera porque sí y siempre me molesta mucho.
¡Qué ganas de seguir leyéndote Ander!
Muchos abrazos.
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28/11/2017 at 19:08
Elogias demasiado bien. (Y Ander se ruboriza de serie)
Me alegro haber acertado en el tono y algunos detalles en lo que buscabas al leer la reseña. En cuanto a haber leído o no sobre el personaje, en realidad es indiferente: como digo en el texto, se han preocupado de hacer «una serie» antes que «una serie de Marvel»; apenas hay referencias al resto de series de Netflix (y las que hay no entorpecen a quien no las haya visto) y no hace falta ser fan de los cómics del personaje para disfrutarla.
Espero que, si tienes algo que añadir, te vuelvas a pasar cuando la hayas visto, por si alimentamos un debate interesante 😀
¡Mil gracias por leerme y otros mil abrazos!
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14/12/2017 at 22:30
Ahora que he visto la serie puedo por fin comentar. Sí que es verdad que se ve una evolución inversa en esta serie, no es el típico viaje del protagonista que va de «bueno» a «malo», sino que en esta serie pasa de ser Punisher a ser Frank Castle. Además, todo el tema de la guerra era necesario, al menos en un medio con tanta repercusión, para dar a conocer una realidad que, en mi caso, desconocía. ¡Gracias por el post, Ander! A ver cuando vuelvo a acusarte en las comic con.
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18/12/2017 at 21:47
¡Muchas gracias por comentar, esta vez sin dejar atrás a tu novia para hacerlo! xD
En cuanto a lo que planteas, no estoy del todo de acuerdo, en tanto que no creo que el protagonista pase de ser Punisher a Frank Castle, sino que la sensación que me transmite es de que acepta finalmente que es Punisher, pero también que puede volver a ser Frank Castle. La violencia desatada de la recta final atestigua que el tipo no es sólo un vigilante, sino que está un poco más p’allá que p’acá. El escenario de posguerra doméstica es la guinda.
En fin, lo dicho, GRACIAS 😀
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18/12/2017 at 22:57
¡He vuelto! Ahora ya con la serie terminada.
Además he releído tu entrada, sigue pareciéndome tan interesante como la primera vez.
El caso es, aunque el trasfondo es de manera evidente el tema que has tratado aquí, a nivel ético tiene un punto que me extraña que no hayas tocado: el debate «armas sí armas no» dentro de suelo estadounidense. Al final se pierde un poco en aras de terminar la acción narrativa, pero no desvirtúa el contenido.
Encontré muy llamativo el doble juego que hace la serie en general. Convirtiendo en héroe a Frank a la vez que dejando claro que no lo es. Y, en el tema de las armas, llevando el debate sobre la mesa pero ridiculizando al único personaje que está en contra de ellas. Dicen, incluso, una cosa que me resultó muy curiosa y es que «no se puede culpar a las armas porque Lewis está usando bombas». O Karen, haciendo un alegato feminista a favor de las armas. Que lo de los justicieros no lo termina de tener claro, pero la idea de que cualquiera puede ser su propio justiciero es algo ante lo que ni siquiera pestañea.
Una de las razones por las que me parece tan llamativo es que los personajes ven como imposible, desde todo ángulo, que los malos pierdan sus armas. También se burlan de los policías, acentuando la sensación de que las armas son necesarias en el día a día porque ninguna otra persona puede defenderte.
Es decir, las armas en casa se usan porque no queda otra.
Pero a las fuerzas militares se las trata con un respeto extremo. Billy es malo porque ha traicionado lo que la serie nos dice que es un verdadero militar. El uso de armas fuera de USA no tiene ninguna implicación en la trama. No significa nada. No es una pistola lo que mata al policía de Kandahar. No siente que exista ningún debate a este respecto. El problema de las guerras, para la serie, es cuando los gobernantes son corruptos, no llevar el armamento fuera.
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18/12/2017 at 23:14
¡Muchísimas gracias por tu retorno, Tarsia!
Y totalmente de acuerdo. En mi defensa diré que mi artículo no pretendía ser una reseña de la serie ni adentrarme en todos los temas y dilemas que plantea, centrándome únicamente en la figura de los retornados. Pero es cierto que era pertinente mencionar el debate sobre el uso de armas o cómo el gran villano sólo lo es por haber traficado con drogas de manera indigna para los «recipientes», y no por las acciones que lleva a cabo.
Hoy debatía en otro lugar al respecto de esto. Se condecora a un hijo de puta al que se nos muestra como un hijo de puta, y sólo se le echa a los pies de los caballos cuando puede manchar la reputación de un alto cargo. De no peligrar esa reputación superior, estarían cómodos con su política de que «El fin justifica los medios». Pero, en cualquier caso, tanto la postura ambigua (por no decir claramente partisana) respecto al uso de las armas o la justificación de la guerra, como la dualidad del héroe/antihéroe/enfermo dejan claro que la serie no se atrevía a mojarse del todo, al contrario que los referentes fílmicos que mento en el artículo.
Como acercamiento crítico a las últimas guerras en las que se han metido los USA, anda con pies de plomo, porque no quieren tomar excesivo partido y que se polarice al público en posturas políticas que podrían derivar en boicot. La figura del Castigador tiene una importancia relevante entre los veteranos de estas últimas guerras (no hay más que ver a ese señor fachapatriota de El francotirador, de Clint Eastwood), y querían hacer un comentario, pero sin apelar demasiado al debate. Esto es todo lo que se va a mojar Marvel/Netflix/Disney al respecto en un medio audiovisual.
En ese sentido, puede resultar insatisfactoria, porque ideológicamente (al menos yo) no se puede terminar de conectar, tanto desde la rama conservadora-patriotera como desde la rama crítica-progresista. Esta fue la razón por la que me pareció interesante explorar este middle ground de los retornados.
Sea como fuere, agradezco todo comentario que saque los colores a las cosas que escribo, porque creo que enriquece el debate, así que muchísimas gracias por tu participación, de verdad 🙂
¡Un abrazo!
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27/02/2018 at 18:33
Gran artículo, coincido en que has sabido resumir la idea o mensaje general tras la historia. A mí me ha gustado mucho, la mejor hasta la fecha del binomio Marvel/Netflix, en mi más que humilde opinión. Aunque sigue padeciendo del mismo mal común que sus predecesoras: se podría contar lo mismo con, como mínimo 3 episodios menos. Por lo demás, chapeau. La relación con Micro y su familia ha sido de lo que más me ha gustado, por cierto.
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