«Él es un rey, pero se despierta entre inmundicia y oscuridad.
Ha sido atado. Ha sido encadenado. Ha sido amordazado.
No sabe dónde está. No sabe cómo llegó aquí. Se esfuerza por recordar su nombre.
Él no es un criminal. Él es Blackagar Boltagon… Un rey.»
―Saladin Ahmed, Black Bolt #1 (Marvel Comics)
Si le dijeras a cualquiera que la propuesta más extraña, arriesgada y diferente de la Marvel Comics de 2017 es un drama carcelario protagonizado por un hombre mudo, probablemente se te reirían a la cara. Sin embargo, esto es lo que nos ha traído la única serie realmente excelente del relanzamiento editorial ResurrXion, derivado de la confrontación entre inhumanos y mutantes. Mientras la práctica totalidad de las series-X han optado por un back to basics de naftalina en la línea del DC Rebirth de la competencia, los Inhumanos optaron por redoblar la apuesta sobre lo que ya venían desarrollando. Y en el caso de Rayo Negro, una etapa que, de alargarse suficientemente en el tiempo, puede resultar definitoria del personaje.
Por un engaño de Máximus el Loco, su hermano Rayo Negro ocupará su lugar en una legendaria prisión inhumana de máxima seguridad de cuya oscura gestión hace tiempo que nadie se preocupa. Así, la criatura conocida simplemente como el Carcelero ha tomado una forma inquisitorial que introduce a los prisioneros en un bucle de muerte y resurrección en busca de una confesión torturada de sus pecados. No es difícil ver en esta cárcel no regulada una metáfora cósmica de esa Guantánamo de cuyos métodos los gobernantes no quieren saber y de cuya gestión se desentienden, del mismo modo que Rayo Negro va a sufrir en sus propias carnes esta dejación de funciones por voluntario desconocimiento.
Pero el guionista Saladin Ahmed, autor americano de ascendencia egipcia-libanesa y polaco-irlandesa, no está interesado en realizar una lectura política de la situación más allá de presentar este escenario provocador. El autor de El trono de la Luna Creciente (primera parte de una trilogía fantástica de influencia árabe) está más interesado en explorar la figura de Blackagar Boltagon empleando una hermosísima y sugestiva prosa a través de un uso magistral de los globos de pensamiento. El narrador emplea esos cuadros para centrarse exclusivamente en lo que pasa por la mente de Rayo Negro, siempre en tercera persona, con un tono que recuerda inevitablemente a la narración en torno al Leónidas del 300 de Frank Miller: dos personajes regios enfrentados a una adversidad inabarcable.
Resulta arriesgado dedicar un arco entero (con clara vocación de miniserie, aunque la buena acogida le ha garantizado continuidad) a una aventura en un espacio cerrado, pero Ahmed es lo suficientemente hábil para construir alrededor del protagonista un variado elenco de secundarios con carisma o, al menos, con la capacidad de ser algo más que carne de cañón: la adorable y multiocular telépata Guiñitos; el anciano Molyb, Amo del Metal; la guerrera bárbara Raava, una skrull que rechaza usar sus poderes de transformación porque ella ya es fabulosa… Todos ellos protagonizarán una fuga imposible repleta de giros dramáticos, cameos inesperados, batallas épicas, y un enemigo imbatible.
Sin embargo, el personaje que se lleva la función es un sorprendente Hombre Absorbente, eterno presidiario desde su diseño original, que ha tomado un cariz de antihéroe trágico desde su paso por la otra prisión famosa reciente del universo Marvel, la Pleasant Hill de Punto muerto. Ahmed le da un pasado ciertamente duro y emotivo, haciendo hincapié en su evolución a lo largo de su historia y su difícil relación con su amada Titania. El corazón se nos romperá con un número dedicado a una íntima conversación entre este Aplastador Creel y Rayo Negro.
El apartado artístico corre a cargo de Christian Ward en el que es, sin lugar a dudas, su mejor trabajo hasta la fecha. Un autor completo que no destaca tanto por sus figuras, que aún tienen lugar para la mejora, como por su composición de página y, sobre todo, maestría con el color. Cada página de este tebeo late, mancha, salpica de cosmos y lisergia los ojos del lector, pero sin perder de vista la intención narrativa. No nos encontramos con excesos de color que sobrecarguen la página e impidan comprender qué está ocurriendo, salvo cuando esa sea la intención del artista. También se introduce un pequeño pasaje en flashback dibujado por Frazer Irving, pero su estilo pictórico conecta ciertamente bien con el tono cósmico imprimido por Ward.
A medida que los acontecimientos se precipitan hacia el final del arco, que, recordemos, es autoconclusivo porque se desconocía el futuro de la serie más allá de estos seis números, el despliegue gráfico también se empieza a volver más caótico de forma buscada. Explosiones de color se expanden por las páginas en correlación con las explosiones de poder, con los protagonistas finalmente unidos contra el gran enemigo definitivo… pero nada de esto es resuelto de forma convencional, como si de un videojuego o un blockbuster se tratara. Ahmed se preocupa incluso de humanizar, de tridimensionalizar al antagonista, y la conclusión está cargada de emociones, sentimientos encontrados, sacrificio y, en última instancia, una agridulce esperanza.
Para mí no cabe duda de que esta Rayo Negro ha sido la gran sorpresa Marvel de 2017, la serie «tapada» de la que nadie esperaba mucho dentro de ese batiburrillo de relanzamiento llamado ResurrXion y que, sin embargo, nos ha regalado uno de los mejores tebeos y una de las propuestas gráficas más arriesgadas de la editorial para este año. Sus ventas no le garantizan un futuro demasiado halagüeño, pero, aunque sólo sea por este primer arco, dar voz al silencioso Rey de la Medianoche ya ha merecido la pena.
Black Bolt, Vol. 1: Hard Time,
de Saladin Ahmed y Christian Ward
Marvel Comics
Contenido:
Black Bolt #1-6 (2017)
Tapa blanda. 160 páginas. $17.99. Desde el 19/12/2017.
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18/12/2017 at 23:02
Qué bien pinta y qué bien lo pintas ❤
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18/12/2017 at 23:16
Mejor lo pinta Christian Ward 😛
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