«No ha criado la tierra animal más endeble que el hombre entre cuantos respiran y sobre la tierra se mueven. No imagina que habrá de sufrir infortunios en tanto las deidades le otorgan la dicha y sus piernas se mueven. Pero, cuando los dioses dichosos le dan la desgracia, quiera o no, la soporta con un corazón resignado. Porque tal es la suerte del hombre terrestre…”

Homero (atr.), Odisea

El pasado fin de semana acudí al Saló del Còmic de Barcelona por primera vez en mi vida, con la idea preconcebida de que era el evento comiquero más importante de estos lares y todas las ganas de comprobar que así era. Pero esto NO es una reseña del evento; aquí NO vais a encontrar un análisis pormenorizado de los stands, exposiciones, charlas y actividades varias que se organizaron; y esto NO es un artículo promocional del Salón. Si venís en busca de algo similar, estoy seguro que en vuestras webs de referencia lo encontraréis; esto es una especie de diario, un recuento de mi experiencia antes, durante y después del evento. Una experiencia, literalmente, increíble…

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Mi aventura salonera comienza el viernes 13 en San Sebastián cuando, rumbo al aeropuerto, tuvimos un accidente de coche: en una incorporación, alguien se saltó el ceda el paso provocando que los coches de delante frenaran en seco, nosotros incluidos, pero la furgoneta de detrás frenó contra nosotros. Constatado que estábamos bien, mi padre se quedó con la ambulancia y yo tuve que llamar a un taxi al lugar del accidente para que me llevara al aeropuerto y no perder el vuelo, que salía a las 18:30 para Barcelona. 31€ después, entraba al aeropuerto y en el stand de Vueling no había nadie, por lo que pregunto a los de Iberia y me informan: por condiciones meteorológicas, el avión se ha desviado a Loiu, el aeropuerto de Bilbao. Esto no puede estar pasando…

La única solución que nos dan es un autobús a Loiu, hora y media aproximadamente de traqueteo sin saber cómo estaba mi cuello tras el choque. Me planteo dejarlo todo, pero varias amistades me animan y acepto. A las 20:30 (una hora después de la hora estipulada de llegada a Barcelona inicialmente) llegamos al aeropuerto de Bilbao, vamos todos a pasar el control, pero me dicen que mi reserva del móvil no vale, que tenía que haber sacado el boarding pass del stand de Vueling en San Sebastián (donde no había NADIE en el stand), así que voy al de Bilbao, me dan uno en papel y consigo pasar, ya separado del grupo. Miro a las pantallas y sólo hay una puerta de embarque con destino a Barcelona y me pongo a la cola. Todo resuelto…

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…excepto que, al llegar mi turno, «Pero esta puerta es la del vuelo Bilbao-Barcelona y su ticket es del vuelo San Sebastián-Barcelona. Eso es en la puerta 11″ (al otro lado del aeropuerto). No me puede estar pasando esto. Corro con la maleta, aunque cuello y hombros empiezan a molestar, y al llegar a la puerta correcta, efectivamente, el avión ya ha despegado mientras esperaba en la otra cola. Al darme la vuelta me encuentro con una chica en mi situación y le digo que sólo nos queda ir a llorar a los del Bilbao-Barcelona. De camino, nos llaman por megafonía para allí y, al fin, nos solucionan el problema poniéndonos un asiento libre de ese avión. En honor a este esperado renacimiento, me asignan el nuevo asiento: 4-F.

Al menos, antes de despegar ya había recibido la noticia de que mi padre estaba bien, que él sólo había sufrido un esguince cervical leve y que probablemente yo tendría lo mismo. Pasadas las 22:30 (tres horas después del plan inicial) aterrizaba en Barcelona y 45 minutos después pude recuperar mi maleta. Allí me esperaba un amigo (¡gracias, Jordi!) que vino a recogerme para llevarme al hospital y, aunque el ticket del parking decidió que no iba a subir la barrera para que saliéramos, a las 00:00 ya estaba en el hospital, acompañado de otro amigo (¡gracias, Carlos!) que es quien me acogió en su casa el fin de semana.

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Una innecesaria silla de ruedas, una humillante bata azul abierta por detrás, unas esclarecedoras placas y cuatro interminables horas después, salía del hospital con un collarín blando para 3 días y una prescripción de Enantyum para una semana. Y a las 10 de la mañana, con poco más de 3 horas de sueño, ya estaba en las colas de entrada al Salón, larguísimas, llenas de gente e inexpugnables, aunque hubiera gente conocida por delante (¡hola, Amaya!). El camino fue doloroso, pero (drogaína médica mediante), había llegado el momento.

Carreras para conseguir tickets para firmas… que en realidad no podíamos conseguir porque en Astiberri se entregaban una hora antes de la firma en cuestión y en La Cúpula ni siquiera hacía falta ticket. Así que llegaba tarde la primera charla, la master class de Tillie Walden, por las colas y por la innecesaria pérdida de tiempo, pero ya me sirvió para ver un poco la estructura del Saló y encontrarme personas conocidas. Así que, de ahí, a ver la segunda mitad de la charla de Walden (que tenéis íntegramente transcrita aquí). Pero el primer plato fuerte venía a continuación…

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En la misma sala del pabellón 5 tuvo lugar la charla «Mujeres guionistas del cómic», con participación de la veterana Dann Thomas, la guionista más exitosa de DC Comics (aunque no se lo valoren) Shea Fontana, y el kraken Kelly Sue DeConnick (donde también conocimos a la bestia parda de tapadillo de este Saló, el intérprete Diego García Cruz, que merece un monumento). Y, si bien las dos primeras invitadas optaron por una primera intervención correcta y comedida, DeConnick arrancó su intervención con un «Me temo que voy a ser la perra en este panel», procediendo a deconstruir y criticar la naturaleza intrínseca de las charlas sobre mujeres en el cómic, tratándolas como animales exóticos que llegan a un mundo de hombres con una visión especial.

A partir de ese instante, las otras dos participantes se soltaron mientras el moderador empequeñecía contemplando la hoja de su guión, aunque igualmente les dio la razón. Una experiencia esclarecedora y la confirmación de que es difícil no amar a Kelly Sue y su cerebro. De hecho, la siguiente cita tras la charla era, precisamente, su primera sesión de firmas del sábado junto a Emma Ríos, las dos titanas que tienen mi corazón rendido a la fantástica violencia lírica de su Bella Muerte (Pretty Deadly). La guionista me firmó ambos tomos de esta serie, así como los dos de Bitch Planet y el primer trabajo que compartió con Ríos, Osborn (reseñada aquí), que también me firmó su Mirror y me dejó varias referencias a esa fijación que suelo señalarle en redes sociales con los planos-detalle de ojos, a menudo desgarrados o atravesados. El síndrome Ríos del Perro Andaluz.

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A la firma le siguió el «Encuentro con YouTuber que no firma tebeos ajenos«, en el que Bamf!, con el que nos encontramos en la charla anterior (así como a una Anjela con Jota de incógnito cosplayer), habló de la importancia de ser «omnívoros» en esto de los tebeos, para abrir miras, nuevas empatías y nuevas formas de apreciar el noveno arte. A continuación, luchamos porque nos atendieran en alguno de los food trucks bajo la lluvia (porque no estaba permitido salir del recinto sin volver a pagar la entrada); total, para comer unas hamburguesas de plástico…

Al fin conseguí la firma de Tillie Walden en mi tomo de Piruetas y, como la editora de La Cúpula me señaló que había seguido mi peripecia del día anterior, se lo expliqué a Walden y en su dedicatoria me deseó una pronta recuperación (porque es una mujer adorable y NO LE ESTÁIS COMPRANDO SUFICIENTES TEBEOS). Pero, como llegó un poco tarde al stand por una equivocación de horario, entré a la mitad del encuentro en el auditorio con Matt Fraction. Aun así, a la salida pudimos aprovecharnos un poco de él, hubo sesión de fotos chanante y, entre una cosa y otra, nos lo topamos varias veces más. Hubo, incluso, crossover con Kelly Sue, y vídeo, y todo fue muy absurdamente fantástico.

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Desde la izq., un collarín, la entidad Cómics Vallés, Anjela con Jota, el matrimonio DeFraction y un youtuber peligroso

Poco después, cena improvisada mediante, era el momento de plegar velas y, por fin, dormir algo para el próximo día. Además, el domingo era ya un día más tranquilo, con menos horarios superpuestos de cosas interesantes, con un desayuno con amigos antes de entrar, y empleando como punto de reunión posterior la master class de Dave McKean, de la que, nada más salir, fuimos directos al stand de ECC Ediciones a comprar su Black Dog. Los deberes empezaban a las 12:30 con la firma de Matt Fraction (de nuevo junto a DeConnick y Ríos) que me pudo firmar el primer oversized hardcover de su Ojo de Halcón, además del primer tomo de Satellite Sam y Sex Criminals (con un pene y una vagina incluidos, porque de esto va un poco el tebeo superficialmente). Pero casi que me hizo más ilusión cuando, al hacer de intérprete para mi amigo Carlos, Kelly Sue me llamó por mi nombre y me preguntó qué tal iba con el cuello. ¡El collarín me dio el súperpoder de ser «Ander, el tío del collarín»! Y yo flotando, claro.

A la hora de comer, después de la nueva experiencia de comer ¡bocatas de albóndigas!, tocaba la mesa redonda sobre censura en el cómic, «Viñetas & Mordazas», moderada por Rocío Vidal y con la participación presencial de Mamen Moreu, Maribel Carod, Ximi y Bamf!, y la participación in absentia, por plasma rajoyesco, de Darío Adanti. Un debate interesantísimo en torno a la autocensura, las redes sociales como campo abonado para las cazas de brujas, o si está permitido fumar en interiores si en realidad estás emitiendo por webcam desde tu casa (¡hola, Darío!). Aquí despedíamos al matrimonio Con Jota, que marchaban al vórtice espacio-temporal en el que habitan y después venía el plato fuerte definitivo del Saló.

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Moderada por Elisa McCausland (lean ustedes su Wonder Woman: El feminismo como superpoder), a las 18:00 del domingo comenzaba el coloquio con Kelly Sue DeConnick y Emma Ríos, hablando principalmente de Bella Muerte, el proceso creativo detrás de esta serie que es uno de mis tebeos favoritos (por si no se había notado en esta crónica), el descubrimiento de la una a la otra, los altibajos en la planificación… Todo esto en un toma y daca divertidísimo, tierno y reafirmante de que todo lo que hay detrás de esta obra es sangre, sudor, lágrimas y amor por el medio en el que trabajan y, sin embargo, superando todas mis expectativas respecto a la charla. ¡Gracias!

Inmediatamente después, a menos de una hora de que cerrara sus puertas el Saló, ya tocaba ir a guardarropía a por la maleta y empezar a echar cuentas del tiempo restante antes de partir de vuelta a San Sebastián. Porque sí, el plan era volver en autobús antes de saber que tendría que llevar un collarín, y me esperaban más de 7 horas de viaje sin poder dormir bien, incorporándome al trabajo la mañana del lunes. Sumémosle, para cerrar mi mala suerte en este viaje, que la mañana del lunes, en vez de sonar el despertador, me despertó mi padre y en el teléfono un mensaje: «La aplicación Reloj no responde. ¿Desea cerrarla?». Para no creerlo…

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Con todo, es evidente que el balance es muy positivo, que me alegra haber visto a tanta buena gente, viejos amigos, nuevos amigos, y desvirtualización de conocidos, y que hice bien en escuchar a quienes me insistían en que no tirara la toalla cuando, después del accidente, ni siquiera el vuelo estaba ahí. Afortunadamente, hice caso y me llevo un recuerdo imborrable. ¿Nos vemos en el siguiente?


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