«¡Qué otra cosa es una mujer, sino un enemigo de la amistad, un castigo inevitable, un mal necesario, una tentación natural, una calamidad deseable, un peligro doméstico, un deleitable detrimento, un mal de la naturaleza pintado con alegres colores!»

Malleus Maleficarum: Martillo de las Brujas (1487)

¿Qué es una bruja? Por deformación profesional, la tendencia a analizar conceptos desde su propia etimología es demasiado tentadora, ya que la mayoría de las veces el resultado de ese análisis es esclarecedor. El problema en español es que el origen etimológico del término «bruja» es desconocido por ser, presumiblemente, anterior al latín. Más interesante me resulta, como vasco, el término en euskera, sorgin, dado que una de sus etimologías posibles es la unión del verbo sortu (‘crear’) y el sufijo -gin (‘quien hace algo’). En la mitología vasca, las brujas están ligadas a la bruja primigenia, la diosa precristiana Mari, personificación de la Madre Tierra, la naturaleza y la fertilidad, representada en la película Las brujas de Zugarramurdi como una gigantesca Venus de Willendorf (la mítica escultura prehistórica que protagonizó un ridículo episodio reciente de censura). Así, el papel de «creadora» de las brujas queda ligado automáticamente a la condición femenina. Pero, efectivamente, después llegó la cristianización, el concepto del pecado y la demonización de la mujer como instrumento diabólico de carnalidad y perdición de los hombres.

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La cita que abre esta reseña pertenece al Malleus Maleficarum, el tratado inquisitorial del siglo XV que derivó en la proverbial caza de brujas primigenia que llevó a la hoguera y a todo tipo de torturas y sacrificios a miles de mujeres, bien por falsas denuncias y venganzas personales, bien por demostraciones de poder de la Iglesia, o bien por superstición y pura ignorancia. Este último punto era uno de los pilares detrás del documental de 1922 del danés Benjamin ChristensenHäxan: La brujería a través de los tiempos, que es casi más una película de terror basada en hechos reales. En ella se reflejaban acusaciones de brujería registradas a raíz de la «gira inquisitorial» que varios eclesiásticos realizaron por la Alemania bajomedieval, dejando un notable rastro de cadáveres de mujeres.

El objetivo de Christensen era demostrar que lo que antaño era percibido como superstición y brujería no era otra cosa que medicina antigua, o que las muestras de posesión, demonización o maldiciones sobre personas que pasaban a actuar de forma extraña eran, en realidad, síntomas de enfermedades neurológicas que superaban claramente a los medios de la época. Huelga comentar, en cualquier caso, que hay partes del documental ya más que superadas, como al achacar los síntomas neurológicos de varias mujeres a la histeria, esa enfermedad psicológica inventada que afectaba a las mujeres cis por, entre otras cosas, haber nacido con útero. (Quien tenga interés en ver este concepto algo más desarrollado, aquí tiene la reseña de Pájaro Burlón, una historia de la histeria).

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Abrazando la corrupción del término brujería al incorporar el choque directo con el absolutismo cristiano en Europa, resulta interesante volver a la etimología. Por un lado, porque todo el proceso inquisitorial de destrucción de la ciencia y los avances, reemplazando los nuevos conocimientos por dogmas de fe, se encuentra con una de las etimologías del término inglés para brujería, witchcraft, que puede referirse al craft of the wise, el arte de la sabiduría. Irónico, pues, que ahorcaran, quemaran o lanzaran al río en sacos con piedras a esas mujeres que experimentaban con hierbas medicinales, impidiendo los avances, destruyendo a esas «artistas de la sabiduría».

Y por otro, la etimología vuelve a ser nuestra amiga cuando analizamos uno de los conceptos que vertebran la moral cristiana en esta época, que condenan no sólo a las brujas (¡concubinas del Diablo!) sino a todas las mujeres, haciéndolas portadoras del pecado que condena a los hombres desde que Eva ofreciera la manzana a Adán. Hablamos del concepto de chivo expiatorio, con origen en el bíblico Levítico, donde Aarón designa a un par de cabras para que sean abandonadas en el desierto, convertidas en portadoras de todos los pecados de la comunidad. De hecho, la etimología en la mitología hebrea para el chivo expiatorio sería, precisamente, azazel, nombre que según fuentes posteriores acabaría ligado a un ángel caído y, frecuentemente, a un demonio. Pero si hay un histórico chivo expiatorio para la moral cristiana y, por tanto, para la sociedad patriarcal en la que aún vivimos, ése es, evidentemente, la mujer.


Redlands #1 (2017) - Page 23

«Si investigamos, vemos que casi todos los reinos del mundo han sido derribados por mujeres. Troya, que era un reino próspero, fue destruido por la violación de una mujer, Helena, y muertos muchos miles de griegos. El reino de los judíos sufrió grandes desdichas y destrucción a causa de la maldita Jezabel y su hija Ataliah, reina de Judea, quien hizo que los hijos de su hijo fuesen muertos para que a la muerte de ellos pudiese llegar a reinar. El reino de los romanos soportó muchos males debido a Cleopatra, reina de Egipto, la peor de las mujeres. Y así con otras.
Por lo tanto, no es extraño que el mundo sufra ahora por la malicia de las mujeres.»

Malleus Maleficarum: Martillo de las Brujas (1487)

Establecido, pues, que las mujeres son las grandes destructoras y desestabilizadoras del mundo de los hombres, entramos por fin a hablar de Redlands, el primer tebeo guionizado por la colorista Jordie Bellaire (apoyada para desarrollar la historia por la ex-editora y amante de los batidos Heather Antos), e ilustrado por la dibujante cubana y valor en alza Vanesa R. del Rey. Desde las primeras páginas de esta serie queda establecido que las autoras han abrazado por completo todos los prejuicios y afrentas históricas contra la mujer y les han dado la vuelta para transformarlas en literales fuerzas de la naturaleza, encarnadas en tres mujeres muy diferentes.

Redlands #1 (2017) - Page 13

La premisa de la historia es, precisamente, el arrebatamiento del poder patriarcal en un pequeño pueblo del sureño (muy sureño) estado de Florida, haciéndose nuestras tres protagonistas con el control del pueblo, empezando por la comisaría en la que cuelgan banderas confederadas. Los motivos por los que el resto del pueblo no opone resistencia a la llegada de estas mujeres parecen reflejarse en las palabras de un preso negro, injustamente encarcelado, en aquella comisaría: «Prefiero vivir en un pueblo gobernado por monstruos que en uno gobernado por asesinos». El objetivo de las brujas, según sus propias palabras, es purificar el pueblo restableciendo su honor y la fertilidad de su tierra a través de un sacrificio de sangre y venganza.

Aunque esto ocurre a finales de los años 70, el resto de la serie se va a desarrollar en el presente, con frecuentes flashbacks que servirán para ir desarrollando a sus personajes mientras éstas ejercen, a efectos, de policías y detectives para el pueblo en una región conflictiva. Porque en 40 años las ideologías, las violencias y los comportamientos en general hacia las mujeres no han cambiado tanto (no hay más que pasarse por las reacciones de gran cantidad de energúmenos en España a la reciente resolución sobre el caso de la violación de La Manada para constatar que hasta el argumentario parece medieval). Asesinatos rituales de adolescentes, cuadros pintados con sangre de vírgenes, desapariciones de niñas obligadas a prostituirse… los casos que van a investigar las protagonistas son ficcionales, pero no ficticios, especialmente en el mensaje que subyace: la desprotección de la mujer frente a una sociedad blindada en torno al poder del hombre.

Redlands #2 (2017) - Page 15

Y es que, no en vano, el título de este primer arco es «Hermanas de sangre», explorando de distintos modos el concepto de sororidad; más por parte de las autoras, respecto al colectivo de mujeres, que de las propias protagonistas, antiheroínas hasta las últimas consecuencias. Estas tres mujeres son hermanas en tanto que pertenecen al mismo aquelarre (a falta de una mejor traducción para «coven«), ligadas por vínculo de sangre a un hombre poderoso y desconocido al que llaman Padre que, asumimos, es algún tipo de representación del Diablo, fuente de sus poderes.

Este tópico de la brujería está presente en numerosas obras de ficción, con origen ya en esas representaciones medievales que pueden observarse en el documental Häxan, con las brujas reuniéndose en torno al fuego, bailando desnudas en danzas macabras para invocar a su Señor y someterse totalmente a él, representando esta sumisión con un beso en el ano del Diablo (osculum infame)Así que de referencias más limpias a clásicos tríos de hechiceras, como Las brujas de EastwickEmbrujadas, pasamos a escenarios donde predominan la sangre, la crueldad y la carnalidad, algo que ya hemos visto recientemente en otros cómics, como Harrow County, Wytches Las escalofriantes aventuras de Sabrina (recomendada el pasado Halloween). El arte sucio y oscuro de Del Rey, de tintas cargadas y expresivas, no podría ser mejor opción para representar esta visceralidad.


Redlands #3 (2017) - Page 14

«Toda la brujería proviene del apetito carnal que en las mujeres es insaciable. Por lo cual, para satisfacer sus apetitos, se unen inclusive a los demonios. Muchas más razones deberían presentarse, pero para el entendimiento está claro que no es de extrañar que
existan más mujeres que hombres infectadas por la herejía de la brujería. Y a consecuencia de ello, es mejor llamarla la herejía de las brujas que de los brujos, ya que el nombre deriva del grupo más poderoso»

Malleus Maleficarum: Martillo de las Brujas (1487)

El sexo, entendido como pecaminoso y sucio desde el profundo arraigo del cristianismo en Europa, empezando por San Agustín, a quien debemos la idea de que el sexo es una herencia del pecado original y una afrenta a Dios, motivo por el cual Adán y Eva se cubrieron sus genitales en cuanto cobraron consciencia de sus cuerpos tras probar el fruto prohibido. Con el añadido de que, siendo Eva la culpable de ese pecado, el cuerpo femenino y, en especial, sus órganos sexuales pasaban a considerarse lo contrario a la divinidad o, en palabras del retórico Arnobio de Sicca en el siglo III: «El cuerpo femenino es hediondo e impuro, un sucio saco de excrementos y orina» (cita extraída de El fruto prohibido, de Liv Strömquist). Siendo esto así, un libro sobre la brujería, encarnación de la oposición a dios, no podía no abrazar el sexo de forma libre y descarnada.

Redlands #5 (2017) - Page 19

La representación más clara de esta sexualidad desatada y sin compromiso se muestra a través de Bridget, la bruja con más protagonismo en este primer volumen. Esta mujer negra de cuerpo voluptuoso (la normatividad no tiene poder en este tebeo) representa, de alguna manera, ese espíritu primigenio de la Venus y su ligazón a la tierra y la fertilidad, siendo el principal objeto de deseo en el trío de hermanas. Se entrega tanto al sexo oscuro con un viejo aliado en la oscuridad del pantano, como al espíritu de una joven ultrajada y traicionada por todos los hombres que formaron parte de su vida. Bridget es la representación del amor en todas sus vertientes corporales.

Pero la comunión con sus hermanas no resulta menos carnal. El único instante en el que las otras dos brujas toman parte en un encuentro de tintes sexuales es, precisamente, en el ritual del solsticio de verano que termina de fijar hasta dónde llega su relación con el pueblo y su falibilidad o su cara más oscura. Al fin y al cabo, como ya decíamos, Bellaire y Del Rey han abrazado todos los aspectos de la brujería, los buenos y los malos, y los han aunado en tres mujeres muy diferentes. De hecho, uno de los rasgos más inclusivos de la obra es que, precisamente, trata de representar a todas las mujeres, o que todas las mujeres se vean reflejadas en esta historia. Incluidas las mujeres trans, tan tristemente relegadas a un segundo plano (o directamente insultadas, asociando género a genitales) en muchas de las últimas manifestaciones feministas.

Redlands #4 (2017) - Page 16

Con voluntad de ampliar esa representación, las autoras construyen al personaje de Ro, una de las tres protagonistas, y lo hacen sin poner el foco sobre su identidad de género. Es un personaje que fluye como todos los demás hasta que, a través de una discusión, se nos deja caer esa identidad. Y si bien, una vez más, nos encontramos con que la representación se produce a través de personajes que no son precisamente heroicos, su brújula moral está, como mínimo, a la misma altura que la de las demás protagonistas, con el añadido de que es la más bondadosa de las tres, especialmente en lo concerniente a su hija adoptiva. Alice, la tercera en discordia, es más impulsiva y violenta, y también es la más bocazas, detonante de la mencionada discusión.

Sin duda, la dinámica de Ro con su hija puede ser una de las interesantes vías a explorar en futuros arcos, si es que la serie goza del éxito suficiente (el crítico, al menos, lo tiene), ya que este primero ha estado más centrado en Bridget. Así que, a pesar de que aún queden kilómetros y kilómetros por recorrer en cuanto al retrato de personajes trans como auténticos héroes y heroínas, en un tebeo en el que no existe un solo personaje totalmente bueno, la pequeña familia de Ro es un punto de luz en un pantano de mugre, tinieblas morales y fuego purificador.


Redlands #1 (2017) - Page 4

«Y Séneca dice en sus Tragedias: «Una mujer ama u odia; no hay tercera alternativa. Y las lágrimas de una mujer son un engaño pues pueden brotar de una pena verdadera, o ser una trampa. Cuando una mujer piensa a solas, piensa el mal».»

Malleus Maleficarum: Martillo de las Brujas (1487)

«¿Qué es una bruja?», preguntábamos al principio. Una bruja es una mujer libre. Una bruja es una mujer que toma decisiones sin necesidad de consultarlo con un hombre. Una bruja es una mujer que hace con su cuerpo lo que le plazca. Una bruja es una mujer con poder. Y todo esto asusta a algunos hombres. No porque esas características sean sobrenaturales o demoníacas, sino porque en el fondo saben que son las que tradicionalmente han sido sus características, porque saben lo que han hecho con todo ese poder, y ahora temen que alguien pueda hacerles lo mismo que ellos llevan haciendo toda la vida con las mujeres. Todo esto es, de alguna manera, el espíritu detrás de Redlands.

Es natural que la primera reacción ante el debut literario de una autora que, hasta hace nada, se dedicaba a otro campo (en el caso de Bellaire, a ser una de las mejores coloristas del medio), sea el escepticismo, preguntarse si será capaz de llevar su maestría a la escritura. En el prólogo a este tomo, Tom King afirma que ésta era también su duda, en parte fruto del miedo a que Bellaire fuera tan buena escribiendo como lo es coloreando, porque «ella hace con colores lo que Alan Moore hizo con palabras». Sus temores, afirma, no eran infundados.

Redlands #6 (2018) - Page 24

Desde luego, esta obra no parece para nada una opera prima, tanto en su pulso narrativo, como en su ritmo, su estructura, sus diálogos… Sin olvidarnos del color, la herramienta narrativa más potente de Jordie Bellaire, que embadurna el barro primigenio con el que Vanesa del Rey moldea a sus criaturas. Todo fluye, todo salpica, todo quema. Si, como dice el Malleus Maleficarum, cuando una mujer piensa a solas, piensa el mal, que tres mujeres se reunieran para pensar esta serie sólo podía dar como resultado el mayor de los males. Un mal que pone un espejo frente a una sociedad que, en lo más profundo, no ha cambiado tanto y a la que conviene recordar que el mal también habita en su interior. Obligarnos a contemplar nuestro propio mal, cara a cara, puede ser doloroso y cruel, pero también realmente necesario y catártico.

Y como reza el poemario de Amanda Lovelace…

«La bruja no arde al final de esta historia.
Quema a cualquiera que intente quemarte.»


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Redlands, Vol. 1: Hermanas de Sangre,

de Jordie Bellaire y Vanesa del Rey
Norma Editorial

Contenido:
Redlands #1-6 (Image Comics, 2017-2018)

Rústica. 144 páginas. 18€. Desde el 05/06/2020.
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