«Volver a recordar los sueños es como trazar un boceto del boceto. […] Las líneas pierden su precisión en el nuevo relato; pierden el significado. Parcelas desvaídas de tinta negra sustituyen a las más sutiles gradaciones de color. Cambia la prioridad de las relaciones entre forma y mancha. En algún lugar del boceto original olvidado tiempo atrás estaba señalada la verdad, pero con cada iteración algo se pierde y otro detalle se revela:
la presión de nuestra imaginación sobre la realidad.»
—Dave McKean
El escritor Samuel Johnson se refirió a su profunda depresión como un «perro negro» que devoraba parte de su propia comida y que, desde el desayuno hasta la cena, no cesaba en su ladrido salvo durante las puntuales visitas del médico. Esperaba con ansias la llegada de la noche, si bien el sueño no era otra cosa que intranquilidad y confusión hasta que la luz le devolvía a otro día más de soledad. Al pintor Paul Nash, el perro negro le acompañaría desde la infancia y terminaría por devorarlo al quedar atrapado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

En el año del centenario del final de la mal llamada por sus contemporáneos «Guerra para acabar con todas las guerras» (ya podía oírse a 1939 riéndose en una esquina), ECC Ediciones decidió publicar la última gran obra del polifacético Dave McKean. Frecuente aliado de Neil Gaiman, artista multidisciplinar y tan pintor como narrador, McKean recibió un encargo del programa 14-18 NOW, un proyecto británico que conmemora a través de nuevas creaciones artísticas el mencionado centenario de la Gran Guerra. La propuesta de McKean nace de sumergirse en la obra pictórica de Paul Nash, cauteloso participante y cautivo superviviente del conflicto bélico que plasmó los paisajes y horrores de la guerra a través de pinturas surrealistas de carácter ciertamente onírico.
Y ese onirismo es el que recoge McKean a lo largo de la obra, trazando hipótesis sobre la inspiración de Nash mientras reconstruye a través de su arte los retales de una vida en oposición, de un vivir que es soñar una eterna pesadilla en la que la figura recurrente es el perro negro que condiciona, constriñe y acaba por definir la existencia misma del artista. Así, McKean intercala las vivencias reales de Nash con recuerdos traumáticos e imágenes imposibles que sólo cobran sentido allá donde la imaginación rellena los abismos del sueño. El artista que nunca abandonó la trinchera, pero que ya traía la guerra por dentro antes de que ésta estallase.
Escoger los sueños como escenario de las batallas contra el lienzo, propuesta que ya desarrollaría a la hora de construir las portadas de Sandman, permite a McKean doblegarse enteramente a la inspiración, alterando el estilo representativo a voluntad en función de lo que cada escena exija. Lápiz, pintura, collage y fotografía danzan sobre las páginas, a veces fluyendo de forma natural, acompañándonos hacia las profundidades de la mente de Nash; otras veces violentamente, sacudiéndonos al pasar la página, sorprendiéndonos y provocando una salida repentina desde lo conocido y hacia lo inabarcable.
Del mismo modo, McKean opta por saltar de un momento a otro de la vida del artista sin (aparente) solución de continuidad, sirviendo casi al propósito del fluir de la conciencia, tan en boga en aquel arranque del siglo XX. El lector, desorientado en principio, enseguida encuentra asidero en los escenarios recurrentes, con especial hincapié en el hogar familiar de la infancia y en las horribles trincheras del frente belga en el Saliente de Ypres. No es casual que McKean opte por volver constantemente a esos dos momentos de la vida de Nash, siendo los que más parecen haber definido al artista: el padre distante y la madre enferma definen su personalidad, y el sinsentido de la pesadilla bélica alimentó a la bestia negra que anidaba en su interior hasta explotar en su crisis nerviosa de 1921.
La oposición al perro negro, representación de la depresión, la melancolía y la rabia, la presenta McKean a través de los pájaros. Varias son las especies que van apareciendo a lo largo de la obra, a cada cual más colorida, símbolo de liberación, de inocencia, de posibilidades frente al sinsentido vital. Desde ese segundo sueño en el que cree volar por una naturaleza de brillantes verdes (oposición, de nuevo, a los grises y ocres del escenario bélico), se suceden los petirrojos del primer colegio de su infancia, el recuerdo del artista de guerra Eric Kennington reimaginado en un relato cubista (de nuevo en verde) como un hombre-pájaro pintando la belleza natural, o el ave que protege sus huevos (en refulgente verde) en el bosque de espinas rojas.
Esta contraposición aviar, de colores vivos, frente a la sangre, el óxido y el polvo de la guerra alcanza su máxima expresión en el episodio de estrés post-traumático una vez finalizada la guerra, con un flashback que culmina en la figura de un ave empalada en los restos metálicos de una trinchera, ardiendo mientras el mundo se desvanece a su alrededor. Las alas cortadas de Nash, incapaz de escapar de las heridas abiertas en su mente por la guerra, de las que se alimenta el inagotable perro negro, quedan perfectamente definidas en este episodio: «Soy una puerta que no cierra. […] Soy un guijarro entre los miles que la mar destierra. Un artista de guerra. Un artista sin guerra.»
Lo que Dave McKean ha construido aquí, más allá de un homenaje a la figura de Paul Nash o un digno pedazo de memoria histórica sobre lo que supuso la Primera Guerra Mundial, es una tratado personal sobre el arte y los sueños. A lo largo de la obra, salpica ideas de Nash con reflexiones sobre el proceso artístico, sobre el objetivo del artista, sobre la esencia misma de lo que supone crear arte y presentarlo al público como un reflejo del alma creativa. Es por esto que no es necesario conocer la obra de Nash o tener interés alguno en los conflictos bélicos del siglo XX para poder zambullirse y disfrutar o, mejor dicho, experimentar una de las obras más poderosamente estimulantes que se han publicado este año. Porque…
«El arte es una máquina empática. El arte nos permite ver a través de los ojos de otro humano. Esto es lo único que puedo hacer. Esta es nuestra única esperanza. Llevaré conmigo palabras y verdades amargas para aquellos que desean que las guerras se prolonguen para siempre. Espero que mis ocres, pardos y óxidos les hagan arder el alma resentida.»
—Dave McKean
Black Dog: Los sueños de Paul Nash,
de Dave McKean
ECC Ediciones
Contenido:
Black Dog: The dreams of Paul Nash
(Dark Horse Comics, 2016)
Cartoné. 120 páginas. 17.95€.
Desde el 09/01/2018.
Si te gusta lo que hago, puedes invitarme a un café:
17/07/2018 at 23:29
Excelente reseña, casi tengo la sensación de ya haber leído el libro. No por spoilers, si no por sensaciones transmitidas.
Malditos perros negros, aunque pueden ser vencidos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
18/07/2018 at 22:03
Muchísimas gracias, Dynamo 😀
Tenía muchas cosas que decir de la obra, muchas páginas apuntadas en un bloc y cuando vi que la reseña se me quedó «corta» de extensión me agobié un poco pensando en todas las ideas que habían surgido durante la lectura y había querido anotar… Pero al final resulta que tenía tan claro qué quería decir, y cómo, que ha quedado todo dicho, pero depurado y concentrado.
Me alegro de haber conseguido transmitir esas sensaciones.
¡Un abrazo contra los perros negros!
Me gustaMe gusta
18/07/2018 at 12:39
Buen trabajo, Ánder, transmites perfectamente ese ambiente ominoso que se percibe durante la lectura de la obra. Lo de la parte gráfica es que es indescriptible de puro buena, te quedas con la boca abierta repasando detalles de las planchas de McKean. Un abrazote.
Me gustaLe gusta a 1 persona
18/07/2018 at 22:13
Te lo agradezco mucho, Rulo. Sobre todo la parte de transmitir el ambiente de la obra, que como le he dicho a Dynamo arriba, era un poco lo que más me preocupaba. En lo gráfico es realmente mágico, una magia oscura y sucia que te arrastra y te revuelve. Una experiencia lectora; artística, vaya.
Como curiosidad, la ambientación se multiplica en uno de los propósitos iniciales de McKean, que es una representación con música, declamación y muestra de las imágenes. El propio autor subió un fragmento de esa representación a YouTube, para cuando tengas 10 minutos. Tengas o no oxidado el inglés, es una capa añadida más con esa música:
¡Un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
16/12/2018 at 16:25
No conocía este título, pero me lo apunto sin dudarlo. Las dos temáticas me interesan fuertemente, y tu reseña claramente me ha convencido. Muchas gracias.
Me gustaLe gusta a 1 persona
13/01/2019 at 17:21
Se habló demasiado poco de lo buena que es esta obra. Si se ha ganado un lector por esta reseña, con un canto en los dientes me doy 😛
Me gustaLe gusta a 1 persona