#Reseñoviembre es una iniciativa que imita al reto de los artistas del #Inktober, pero desde el reseñismo y la divulgación, ofreciendo 30 reseñas en los 30 días del mes de noviembre, a menudo partiendo de unas palabras-estímulo comunes a todos los participantes.


Estímulo: BARRIO
Obra: El barrio de la luz, de Inio Asano
Motivo: Si bien en otras traducciones se ha referido a la obra de Asano como «pueblo» o «ciudad», la edición española, quizá más apropiadamente, ha presentado el vecindario cercano al cielo de Asano como el Barrio de la Luz.


«Así que hubo las almas dispersado / la subitánea fuga en la campaña,
hacia el monte que purga del pecado, / yo me estreché contra mi fiel compaña.
¿Cómo sin él habría yo corrido? / ¿Quién me habría llevado a la montaña?»

Dante Alighieri, La Divina Comedia, «Purgatorio»

En el punto más alto de la ciudad, en el rincón más luminoso por su elevación por encima del resto, están las colmenas de hormigón que se han venido a llamar el Barrio de la Luz por sus habitantes. El calor del sol contrasta con el frío de unas viviendas que parecen deshabitadas, silenciosas, muertas, pero que albergan pequeños pedazos de vidas. Artistas descontentos, padres en bucles de duelo, niños que ejercen de asistentes de suicidio, adolescentes deprimidas, criminales buscavidas… El barrio es silencioso, pero parece dejar huecos a sus habitantes, tan cerca del cielo azul como del infierno gris de la ciudad, en un eterno purgatorio a la espera de un guía que los saque de allí desde la parada del autobús.

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Decir que Inio Asano no es precisamente el alma de la fiesta es quedarse cortos, puesto que buena parte de sus obras están habitadas por personajes llevados al extremo o reducidos a una serie de malas decisiones vitales y con problemas de salud mental. La depresión es explícita e implícita, así como la aparente imposibilidad de escapar de ese laberinto emocional de sus protagonistas. No es distinto el caso en El barrio de la luz, donde se acentúa la sensación de encarcelamiento entre los márgenes de las viñetas, que son paredes duras, que son barrotes gélidos. Así que no es de extrañar que ese ambiente depresivo derive en personajes frustrados y rodeados, de un modo u otro, por la idea de quitarse la vida o de abandonar sus cuerpos a la voluntad de otros.

Es por esto que el barrio, conectado pero separado de la vida en la ciudad y más cercano a las nubes que ningún otro, se convierte en metáfora del purgatorio, de ese limbo en el que los personajes no terminan de vivir, pero tampoco de morir, hasta que les llega su momento en una dirección u otra. Quienes salen y continúan viviendo se ven constantemente atraídos de vuelta por la iluminada oscuridad del Barrio de la Luz, y el tiempo y el espacio parecen consumirse como el aliento alrededor de la soga del eterno retorno, con los miles de ojos de las ventanas en los altos edificios siempre observando.

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Al contrario de lo que ocurría en Nijigahara Holograph, la desesperanza en esta obra de Asano es más interna, menos violenta y terrible, tan silenciosa como los edificios vacíos y desalmados. Su arte, además, evoluciona ligeramente en El barrio de la luz, con una lógica importancia mayor del escenario urbano y sus omnipresentes aristas opresivas que rodean a las figuras recortadas de sus habitantes. Caronte viaja aquí en autobús y la laguna Estigia es una carretera invisible entre las nubes. Mucha gente espera su turno en la parada, sin suerte. Inio Asano sonríe amargamente frente al papel.


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El barrio de la luz,
de Inio Asano
Norma Editorial

Contenido:
Hikari no Machi (Shōgakukan, 2004-2005)

Rústica. 216 páginas. 8.50€.
Desde el 28/04/2017.


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