#Reseñoviembre es una iniciativa que imita al reto de los artistas del #Inktober, pero desde el reseñismo y la divulgación, ofreciendo 30 reseñas en los 30 días del mes de noviembre, a menudo partiendo de unas palabras-estímulo comunes a todos los participantes.
Estímulo: BRUJA
Obra: El niño brujo, de Molly Knox Ostertag
Motivo: Bruja es el destino de las chicas y cambiaformas el destino de los chicos.
Siempre ha sido así y… ¿siempre lo será?
«Con ‘C’ de Campeón. Con ‘C’ de Cocinera.»
—Lema publicitario de Carrefour para el Día del Niño (2018)
Como demuestra esta campaña publicitaria de hace apenas un año, la sociedad aún está enquistada en los roles sexistas de antaño. Pese a los muchos avances realizados, sobre todo en labores de concienciación y reflexión, prevalecen los supuestos anquilosados del binarismo, todavía oímos hablar de productos culturales o sociales «para chicas» y «para chicos» hasta llegar al absurdo de la contraposición del rosa y el azul. Aunque, en unos tiempos en los que el negacionismo ignorante o cómplice lleva a formaciones políticas a proclamar que no existe ni la violencia «de género» ni los niños gays y trans, porque «los niños tienen pene y las niñas tienen vulva», tampoco podemos extrañarnos de que parezca que se ha producido una desaceleración de aquellos avances. Afortunadamente, existen obras infantiles que nos ayudan a sembrar un futuro en el que un niño o una niña sepan que pueden hacer aquello que más les apasiona, pese a lo que los roles tradicionales de género les señalen qué deberían hacer o dejar de hacer.
El niño brujo, de Molly Knox Ostertag, es una de esas obras y su éxito fue tal que se ha convertido en una trilogía cuya primera secuela ya está publicada en nuestro país como La bruja escondida. El pueblo en el que vive Aster es de tradición mágica, que se transmite de madres y padres a hijas e hijos… respectivamente. Ellas llegarán a ser brujas, manejando encantamientos y pociones, y ellos se convertirán en cambiaformas, capaces de adquirir el aspecto de su animal espiritual. Pero Aster no desea transformarse en nada, porque lo que le apasiona son los conjuros de las chicas, hablar con árboles y plantas; en definitiva, lo que le gustaría es llegar a ser un brujo. Sin embargo, esto está prohibido en el pueblo, debido a que una interferencia de este tipo provocó una tragedia en el pasado.
El dibujo amable y colorista de Ostertag otorga al escenario rural una atmósfera fantástica que favorece la espiritualidad mágica de la trama, en especial cuando la oscuridad se apodera de la trama y lo fantasmagórico del antagonista. Este se manifiesta a partir del hecho que propulsa la trama, la desaparición de aquellos niños que creen haber conectado con su espíritu animal, pero que se ven arrastrados a un lugar tenebroso. Ciertamente, estos aspectos acercan la obra a niños y niñas más cercanos a la adolescencia, tanto por el elemento sobrenatural como por esa reflexión real a la que les invita la autora sobre qué es lo que realmente quieren hacer con su vida, como primera gran decisión consciente alejada de lo que se espera de ellos y ellas.
En definitiva, El niño brujo es una excelente toma de contacto con nuestras primeras manifestaciones de identidad, inmejorable recomendación de lectura para la infancia tardía y, en general, un hermoso relato de autoafirmación con un trasfondo de magia y misterio que, además, pone en valor el peso de la amistad y el amor familiar por encima de las expectativas sociales. Y a pesar de que se haga hincapié en que es una lectura, principalmente, para edades tempranas, ejemplos como el mencionado al comienzo de la reseña dejan patente que también resultaría útil e instructivo para las personas adultas. De esas obras que ayudan a fabricar un futuro mejor para todo el mundo.
El niño brujo,
de Molly Knox Ostertag
Harper Collins Ibérica
Contenido:
The Witch Boy (Scholastic, 2017)
Rústica. 224 páginas. 15.90€.
Desde el 09/05/2018.
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