«Porque todavía estoy sintiéndome sola, / sintiéndome tan profana…
Porque a la niña le gustan las rosas / y trata de confesar lo que pude sentir,
Pero esta soledad / simplemente no me dejará sola —oh, no.»
—Portishead, «Numb» (Dummy, 1994)
Acercarse a una memoria gráfica, especialmente con ojo analítico, siempre resulta una tarea complicada en lo que tiene de zambullirse en una vida ajena en busca de asideros con los que identificarse para facilitar el proceso de empatía y comprensión. A la hora de leerla se puede conectar más o menos con ella, sobre todo en el plano emocional, pero reseñarla, criticarla, en tanto que obliga casi necesariamente a definirla, parece formar parte de un proceso de usurpación que choca frontalmente con la naturaleza de la obra. Esto se hace evidente en aquellas memorias que, en el fondo, buscan un cierto didactismo, una justificación empática de las vivencias y preocupaciones, como puede ser el caso de Francine se desarregla (en torno a la menopausia y los cambios y efectos devastadores de la misma). Pero Isolada es otra cosa. Es una ventana a la cotidianeidad de una persona enferma, al tragicómico día a día de una madre, a las frustraciones rutinarias de una artista, y al surrealismo inherente a las convenciones sociales de la vida adulta. Isolada es la invitación a un cómico allanamiento de la morada mental de su autora.
Keiler Roberts es una galardonada artista de cómics autobiográficos que permanecía inédita en nuestro país hasta ahora. El título de la obra que nos ocupa, Isolada (juego de palabras que pretende emular el Sunburning original), apunta ya al tono dual de sus páginas en blanco y negro: lo patético y pueril del choque del mundo adulto con el infantil a través de la maternidad (esa vis involuntariamente cómica de Xia, la hija de la protagonista); y lo dramático e impotente de la soledad autoimpuesta que acompaña a Roberts en la incertidumbre sobre sus problemas de salud mental. Del mismo modo, se nos hace partícipes de sus lagunas y alteraciones de la percepción a través de esa sucesión (solo en apariencia) caótica de anécdotas y momentos, presentes y pasados, que reflejan su relación con la enfermedad.
No obstante, pese a lo dramático de ese fondo, en la selección de las escenas de su vida que elige mostrar tiene más peso la mencionada comedia involuntaria. Con la media sonrisa como pilar maestro, Roberts compensa los momentos amargos con inesperadas carcajadas, prácticamente todas ellas gracias a las ocurrencias y reacciones sin filtro de su hija o al patetismo tan reconocible de la relación con sus padres. En cualquier caso, resulta irónico (y revelador) que, pese a estar narrando fragmentos de su propia vida, la autora parezca ser una protagonista involuntaria, ocultándose tras las anécdotas, tratando de buscar sentido a su vida a través de lo que la rodea para escapar de la incertidumbre del trastorno bipolar. Una ilusión de control fabricada a través de la narración, convirtiendo el caos interno de su vida en una narración escogida.
Isolada es una obra extraña (por infrecuente en el panorama editorial español) que, por su extrañeza, resulta especial, diferente. Sin embargo, por la misma razón, no existen dos maneras iguales de leerla. Es un cómic que, desde la sobriedad sincera de su trazo simple, tendrá un efecto distinto cada cual que se acerque a ella; desde la superficial indiferencia de quienes se queden en los episodios cómicos, hasta la profunda implicación de aquellas personas que se sientan identificadas. Al fin y al cabo, Keiler Roberts está abriéndonos esa ventana a su vida. Está en nuestras manos pasar de largo, asomarnos o directamente llamar a la puerta para entrar. Pero nadie podrá dudar de la honestidad descarnada de una ventana abierta.
Isolada,
de Keiler Roberts
Alpha Cómic / Alpha Decay
Contenido: Sunburning (Koyama Press, 2017)
Rústica. 128 páginas. 16€.
Desde el 22/06/2020.
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