#Reseñoviembre es una iniciativa que imita al reto de los artistas del #Inktober, pero desde el reseñismo y la divulgación del cómic, ofreciendo 30 reseñas en los 30 días del mes de noviembre, a menudo partiendo de unas palabras-estímulo comunes a todos los participantes.
Estímulo: PULPO
Obra: Pulp, de Ed Brubaker, Sean Phillips y Jacob Phillips.
Motivo: ¿Sabes cómo llaman al cuarto de libra con queso en París?
«De niño también me acerqué al amor por el polvo;
un vaquero de piel dura y luz estroboscópica.
Dejemos que el personaje crezca, sabio como serpientes e inofensivo como palomas.
Dejemos que el vacío llene la rica misericordia y el amor fraternal.»
―Wovenhand, “Story and Pictures” (Woven Hand, 2002)
Vivimos tiempos oscuros. Esto tiende a crear narrativas que, o bien abrazan el desastre y se entregan a la distopía, o bien ensalzan el pasado, lo perdido, lo sencillo. Razón por la cual también tienden a extremarse los discursos conservadores y las nostalgias arcaicas de regímenes políticos que únicamente favorecían a privilegiados afines. Ocurre en esta crisis como ha ocurrido en otras tantas y estos ensalzamientos llevan a la mitificación. En el caso estadounidense, uno de los mitos más populares es del Lejano Oeste, con sus cowboys de posguerra convirtiéndose en hombres de ley. Incluso en todo lo contrario, en forajidos que se alzan en contra de una ley injusta (sobre todo en los relatos más afines al bando perdedor). Pero todo mito tiene una base real, y las personas que inspiraron a los personajes tuvieron que adaptarse a la vida en un siglo XX industrializado que pronto se lanzó a guerras mundiales y auges y caídas repentinas de la economía. Esta es la historia de una de esas personas-personaje.
En febrero de 1939, con el régimen de Hitler ya coleteando en Europa, en Estados Unidos aún estaban saliendo de la Gran Depresión y el sentimiento filonazi había alcanzado tal nivel que se celebró un mitin del Bund Germano-Americano en el Madison Square Garden. Es en esta Nueva York donde vive Max, un antiguo forajido que se dedica a vender historietas de western a una revista pulp. Los pagos son cada vez más escasos, su salud se ha resentido con la edad y siente que únicamente dejará deudas a su pareja cuando muera. Así pues, presentada la oportunidad, decidirá dar un último gran golpe.
Cuando Ed Brubaker y Sean Phillips se liberaron de sus contratos en las grandes editoriales de cómic americanas, firmaron otro con Image Comics según la cual se comprometían a publicar a la pareja cualquier cosa que decidieran entregarles. Tal es la compenetración de la pareja y la confianza que transmiten sus trabajos, con una solidez más que notable en todas sus obras. Y Pulp no es ninguna excepción: raras veces asistimos a relatos de héroes (o antihéroes, en este caso) de la tercera edad, y mucho menos con un componente tan humano y cercano. Por otro lado, a nadie se le escapará que el escenario escogido recoja una época de crisis profunda entremezclada con un auge de movimientos ultraderechistas a nivel internacional.
El guion de Brubaker combina a la perfección los elementos clásicos del western (bien en los flashbacks y proyecciones de las historias que Max escribe, bien en el aspecto crepuscular de esa última gran aventura) con los del drama humano de época. Resulta interesante la superposición de planos de un mundo y otro, tanto en el modelo de sociedad que se está gestando en la superpotencia en ciernes como en la escala de valores y métodos de supervivencia que no terminan de encajar en la mente de Max. Un hombre fuera de su tiempo que se vio obligado a una vida criminal, escapó de ella y, una vez más, se ve arrastrado al crimen para sentir que su existencia ha sido relevante, que ha dejado algo a las personas que le quedan.
La mencionada superposición se ve más que adecuadamente representada por los lápices y tintas de Sean Phillips, que resultan magistrales en la ambientación histórica de esa Nueva York de los últimos años 30, si bien no siempre funciona en sus pasajes de western puro. Y esto se debe a un experimento que parece haber querido llevar a cabo con el colorista, su hijo Jacob Phillips: el presente está narrado con sobriedad, una paleta de color con abundancia de grises y tonos apagados que buscan aportar realismo a la historia; en cambio, el pasado está más desdibujado, alterado por esa capa metanarrativa que entremezcla los hechos reales vividos por Max con aquellos que ficciona para la revista. En esa dimensión, el color se torna cálido, entre envejecido y telúrico, resaltando únicamente la famosa camisa roja de Max (o Red River Kid), y sustituyendo los sombreados sutiles por unas tintas pesadas o unas figuras meramente delineadas. Una propuesta visual interesante, en cualquier caso; diferente, que claramente denota una voluntad de estos autores por innovar dentro de su propio estilo a través de esa libertad que les concede la editorial.
Mezcla de western crepuscular y drama metanarrativo, Pulp es una nueva muestra del incontestable talento de sus autores, que no se duermen en los laureles. Una obra con un discurso relevante y actual que en ningún momento deja de lado su voluntad lúdica, pero que demuestra un punto curioso de madurez temática, no tan presente en obras anteriores, mientras no se olvida de entretener. Además, es una obra breve y autocontenida que no desperdicia una sola página, un solo diálogo, un solo gesto de sus expresivos rostros. Y cuando termina, entre el polvo y la sangre, es inevitable que asome una media sonrisa en el lector.
Pulp,
de Ed Brubaker, Sean Phillips
y Jacob Phillips
Image Comics
Contenido: Pulp OGN (2020)
Cartoné. 72 páginas. $16.99.
Desde el 29/07/2020.
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