#Reseñoviembre es una iniciativa que imita al reto de los artistas del #Inktober, pero desde el reseñismo y la divulgación del cómic, ofreciendo 30 reseñas en los 30 días del mes de noviembre, a menudo partiendo de unas palabras-estímulo comunes a todos los participantes.
Estímulo: DEIDAD
Obra: Sobek, de James Stokoe.
Motivo: Cuando los dioses eran kaijū.
«Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.»
―León Gieco, «Solo le pido a Dios» (IV LP, 1978)
La fe mueve montañas. Especialmente cuando se utiliza como excusa para hacerlo de manera literal, atacando a quien profesa una fe distinta, explotando sus recursos y aplastando cualquier oposición. Ninguna de las grandes religiones del mundo tiene las manos limpias a este respecto, y es frecuente recurrir a aliados cuando el territorio ha sido ocupado. El martillo de los dioses puede caer mediante intervención divina en un asedio épico, mediante un ejército ocupacional, o mediante una explosión nuclear que ponga fin obligado al conflicto. El resultado es casi siempre el mismo: reinar sobre las cenizas, por la gracia de Dios.
James Stokoe es un autor con un negrísimo sentido del humor, un talento innato para subvertir expectativas, y una actitud punk que contrasta (pero se hace notar) en el hiperdetallismo sucio de su arte. Es algo que lleva demostrando desde obras como Wonton Soup, pero lo que allí era ciencia-ficción culinaria, aquí es fábula mitológica. La propuesta de Sobek es breve, sencilla y directa: los adoradores del dios cocodrilo emprenden el ascenso del Nilo para solicitar a la gigantesca deidad que expulse al culto de Set que se ha instalado en su ciudad.
La representación que Stokoe hace de la divinidad a través de diferentes figuras de la mitología egipcia se acerca, sin vergüenza ninguna, a la humanidad, falibilidad y capricho de los dioses de la Antigüedad. Panteones poblados de envidias, egoísmos y egolatrías que, sin embargo, desde este nuevo prisma, bien pueden representar a la estructura jerárquica de aquellos cultos posteriores que, como el cristianismo, se erigieron en gigantes codiciosos, derrumbados sobre el peso de la hipocresía de su existencia. Así que Stokoe decide hacer lo que mejor sabe: realizar un despliegue artístico apabullante que otorgue una fingida seriedad a una burla llevada al extremo. Desde la primera «palabra de Dios», Sobek se ríe de la impostura y ostentación religiosas, en un ambiente belicoso de «nosotros» y «los otros» que, igualmente, refleja la dualidad del reino divino, fantástico, y el reino terrenal, hiperrealista (y ruinoso) con una amplia gama de colores naturalistas que se bañan puntualmente en magia.
Sátira del intervencionismo, de las guerras de religión y de la intolerancia entre cultos y culturas, la irreverencia de James Stokoe supura por cada página, cada detalle de la vegetación, cada grito, golpe y ronquido. Sobek no es nada de lo que cabría esperar (si no conociéramos a su autor) y satisface plenamente por eso mismo: una píldora de apenas 32 páginas que epata primero, sorprende después y desencaja la mandíbula a carcajadas finalmente, con un deje reflexivo como epílogo. La paz sea con vosotros.
Sobek,
de James Stokoe
ShortBox
Contenido:
Sobek (2019)
Grapa. 32 páginas. £9.00.
Desde el 25/02/2019.
Si te gusta lo que hago, puedes invitarme a un café:
Deja una respuesta