«Cuando las flores del jardín están muertas / y tu mente… tu mente está llena de rojo,
¿No quieres a alguien a quien querer? / ¿No necesitas a alguien a quien querer?»
—Jefferson Airplane, “Somebody to love” (Surrealistic Pillow, 1967)
De Happy Tree Friends a la reciente Unicorn Wars de Alberto Vázquez, pasando por buena parte de la animación clásica (como La Diosa de la Primavera o el Chernabog de Fantasía, o su también reciente canalización en el videojuego Cuphead), son bastante frecuentes los cruces entre un estilo de animación agradable, aparentemente inofensivo, y una imaginería y temáticas retorcidas y oscuras que se cuelan por los intersticios del subconsciente y se quedan grabados, acaso de forma traumática, en nuestra mente. El mundo del cómic no es ajeno a esta estética y tenemos también numerosos ejemplos actuales como la Preciosa oscuridad de Vehlmann y Kerascoët o la Pantera de Brecht Evens, y siempre resulta interesante la elección de esas apariencias para tratar temas complejos, experiencias traumáticas e incluso elementos abiertamente violentos. A esta tradición se adscribe Be kind, my Neighbor, el debut en novela gráfica de Yugo Limbo, une autore que viene del mundo de la animación y del desarrollo de videojuegos (Smile for me), razón por la cual mentaba los ejemplos de arriba y también por lo que resulta inmejorable este tráiler animado que creó para su tebeo. ¿A quién no le gustaría conocer esta adorable historia de amor con arco iris, canciones, gatitos perdidos, amor libre, psicodelia sesentera… como si no hubiera leído lo que dice el resto de este párrafo?
La propuesta de Limbo nos presenta un pueblo estadounidense surreal del año 1973, en plena decadencia del movimiento hippie y con sus últimos rescoldos atravesando el pasado traumático de un cantautor llamado Wegg que se enamora de Mr. Neighbor, un afable hombre del pueblo que realiza voluntariamente tareas para sus vecinos. Hasta aquí, podríamos estar hablando de un comix underground que apuntaría al drama costumbrista con elemento romántico y, sí, algo de eso hay… si no tenemos en cuenta que Mr. Neighbor es un muñeco de trapo, secretamente un asesino en serie que recolecta los corazones de sus víctimas en su interior para rendir culto a una deidad que le concedió su deseo, y que Wegg tiene un huevo por cabeza (como una versión menos grotesca del Humpty Dumpty de Alicia en el País de las Maravillas) y debe morir una vez al mes para poder mantenerse realmente con vida.
El resultado es un choque entre Simon Hanselmann y Charles Burns que echase a un lado todo el cinismo, adoptara un escenario de folk horror y dejase espacio al amor romántico entre sus protagonistas, dos hombres trans en diferentes etapas y formas de su transición (la oscura prótesis de Neighbor concedida por la deidad frente al sufrimiento mensual de Wegg que lo ata a un pasado traumático). No en vano, le autore nutre la obra de personajes secundarios de diferente importancia que van atravesando también sus propias transformaciones, literales en el caso de, por ejemplo, el astuto pero acomplejado cartero, o más reveladoras con el loco de los gatos.
Aun así, el foco está puesto en la pareja protagonista, la evolución de su relación y los cambios que se van produciendo en ambos desde las primeras dudas del enamoramiento, pasando por la fase pasional (donde el sexo resulta momentáneamente explícito) y llegando a sus respectivos momentos de claridad en el clímax dramático pagano. Pero nada de esto funcionaría como lo hace, ni tendría ese maravilloso cruce de cables entre lo naïf y hasta cuqui y lo oscuro, gore e irreverente, si no fuera por ese apartado artístico de Limbo. Ese estilo de cartoon setentero, donde se podrían adivinar las muy improbables mezclas de Herriman, Hideshi Hino, la ilustración psicodélica de los 60, el anime infantil de los 90… o incluso (imposiblemente) el diseño de personajes de trazo grueso de Cristina Durán.
Y si todo esto suena a una locura, es porque este tebeo lo es, y no desentonaría nada en el catálogo de la editorial Fulgencio Pimentel. Aunque, desde luego, es más que destacable la edición original de Silver Sprocket y, más concretamente, la elección de ese papel poroso de un marrón envejecido, ideal para la ambientación retro. En él destaca la maestría de Limbo para aplicar múltiples tramas, líneas y puntos de impresión antigua, dando cuerpo y enclavando en el tiempo a estos personajes de diseños tan distintos y a esa psicodelia general de la atmósfera que, como su trasfondo, aún no puede hacer brillar la riqueza de sus colores. Como un arco iris que otros trataron de apagar (y fallaron).
No creo que esta reseña pueda hacer justicia a las sensaciones que transmite Be kind, my Neighbor, una experiencia sensorial como pocas, y que juega con nuestra percepción, con nuestros prejuicios hacia el aspecto y la historia que parece querer contar, y contra la idealización (o la sobredramatización) de los personajes y experiencias trans. Romance entre personajes llenos de grises. Amor y sexo celebrados entre sangre, muerte y fluidos. Misterio y violencia entre besos y abrazos. Cuerpos desmembrados con una sonrisa y mal enterrados en campos de fresas para siempre. Un asesinato de la razón con una sonrisa.
Be kind, my Neighbor,
de Yugo Limbo
Silver Sprocket
Contenido: Be kind, my Neighbor
(Silver Sprocket, 2022)
Rústica. 496 páginas. $39.99.
Desde el 10/08/2022.
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