«Un relámpago ilumina la negra noche. Descubro una figura gigantesca. Es ÉL.
Mi hijo no deseado. Mi odiada criatura. Veo el rostro desfigurado de mi creación…»
—Victoria Frankenstein
Una de las múltiples interpretaciones de la obra seminal de Mary Shelley ha sido la de la tragedia del hijo no deseado, derivado de la transgresión de una ley tradicional. Atendiendo a la ley «natural», esto suponía la creación de vida como desafío a la divinidad, donde el hombre se auto-erigía como un igual a Dios y este lo condenaba por su ofensa como a los constructores de la torre de Babel. Pero leído desde las leyes de los hombres, Victor Frankenstein habría deseado con demasiada ansia el placer divino de la carnalidad, estando tan cerca su inminente matrimonio, que su transgresión habría sido realizada fuera de la pareja y habría resultado en la creación de una vida no deseada, instantáneo motivo de arrepentimiento y eventual destrucción de su esposa, su familia y su futuro al desvelarse su rostro… Pues bien, lo que hace esta nueva adaptación es acentuar la gravedad de estas disrupciones con un simple giro: ¿y si la criatura, el hijo ilegítimo, fuera de una madre?
Sandra Hernández, que ya contribuyó a la colección Clasicomix de adaptaciones literarias de Bang Ediciones con El hombre que plantaba árboles de Jean Giono, hace suyas las palabras de Shelley sin realizar más alteraciones sustanciales a la historia que las derivadas del cambio de género del personaje protagonista, en cierto modo canalizando en esta Victoria Frankenstein las propias inquietudes de la autora original en un siglo XIX aún muy dominado por los hombres. De hecho, podría considerarse un anacronismo la presencia de Frankenstein en una universidad alemana en el XVIII, considerando que no se abriría las puertas a las mujeres en Alemania a estudiar medicina hasta finales del XIX. Aunque entendiendo la voluntad de juego con nuestras expectativas, y que las familias de aristócratas siempre han tenido facilidades que la gente humilde no, esta supuesta imprecisión resulta anecdótica, si bien señalada contextualmente por la narradora al hacer alusión a su condición de única mujer en el campus.
Posibles suspicacias de algún lector aparte, los ingredientes clave de la Frankenstein original están aquí: la proximidad del matrimonio; la apertura de miras en la llegada a la ciudad en convergencia con la adquisición de nuevos conocimientos; la pasión por la ciencia llevada a extremos enfermizos al descifrar, galvanismo mediante, la posibilidad de “regenerar” la carne muerta; y la progresiva decadencia desde la profanación de los cuerpos hasta la reanimación de la criatura. Siendo así, la búsqueda de la realización de sus pasiones en los rincones oscuros donde hallar cuerpos extraños, la ocultación de sus escapadas y experimentos a su futuro marido y su familia, y el horror y rechazo al contemplar las consecuencias de sus acciones, permiten subrayar la interpretación de esta “creación de vida” como un embarazo no deseado, ahora vivido en propias carnes, y que encuentra inmediato refugio a la salida del laboratorio en los brazos de un prometido que la acoge pero no la comprende. No en vano, la primera palabra con la que el monstruo se refiere a su creadora en el prólogo in extremas res es “madre”.
Así, el fantasma de la maternidad corrompida y corruptora se transforma en una fuerza de la naturaleza que va desintegrando las estructuras que sostenían el privilegio y la soberbia de Frankenstein, reflejando con más coherencia su progresiva obsesión, acaso enfermedad y pérdida de la salud mental y física, con las consecuencias de un hijo no deseado fuera del matrimonio para una mujer (prácticamente nulas para un hombre, como nos cuentan numerosos episodios de la Historia). Es en ese deterioro donde Hernández brilla más en lo gráfico, ya desde la gelidez del prólogo polar con esa Frankenstein desesperada y ojerosa (como en la reveladora portada de la obra) cuyos cabellos pelirrojos brillan como el fuego del no tan moderno Prometeo sobre una nieve que arrecia y le devuelve la mirada de su criatura.
Contrastan los pasajes más góticos y oscuros, atmósfera de la prohibido, con la campiña genovesa, colorista y vivaz, si bien la sombra de la soberbia y el ego apagan esas luces en los escenarios fúnebres donde se aloja la carne muerta, terminando por sumirse en la oscuridad con los últimos chispazos del laboratorio. Una oscuridad encarnada en ese monstruo de Frankenstein totalmente negro excepto por sus ojos brillantes, siempre observándola, y su omnipresente lengua rosa, recuerdo de su (metafóricamente lascivo) pecado original. Así, el refugio luminoso de la casa campestre a la que regresa se torna igualmente negro, con grisáceos contornos para descifrar las figuras y objetos, y la decisión de repetir la misma expresión de la cara del monstruo en varias páginas juega a favor de la inamovilidad de su recuerdo. Recuerdo acentuado por un cuervo que acompaña a la criatura y nos retrotrae igualmente al leitmotiv autodestructivo del poema de Edgar Allan Poe, acentuando la inevitabilidad de su final aciago una vez sea revelada su transgresión.
A todos estos detalles hay que sumarle la gran versatilidad de Sandra Hernández para la composición de sus páginas, su destreza con un color que sirve también de delimitador fantasmagórico de las formas al prescindir de la línea, y una incorporación de tramas en tejidos y ropajes que invita a pensar en ocasiones en pinturas de la época. La única pega que se podría sacar al apartado artístico es la expresión de algunos rostros, acaso referencias fotográficas, que queda sobreenfatizada de forma antinatural. Un aspecto que no perjudica a una relectura del Frankenstein de Mary Shelley que realmente tiene un punto de vista diferente, en este caso femenino y maternal, como lo hiciera por su parte Ralf König con el subtexto homosexual en el Frankenstein que publicó Ediciones Obelisco en 2022. Obras que dejan claro que, especialmente en el mundo del cómic, el monstruo… ¡está vivo!
Frankenstein,
de Sandra Hernández
Bang Ediciones / Clasicomix
Contenido: Frankenstein
(Bang Ediciones, 2023)
Cartoné. 96 páginas. 25€.
Desde el 16/01/2023.
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